Cuenta pendiente

Londres - Noviembre 1887

Vladimir está sumido en un letargo profundo para sanar las heridas de su cuerpo con mayor eficacia, su mente retrocede años atrás el olor del incienso colma sus sentidos transportándolo al pasado. 

 

Las hojas cobrizas de los arboles caían balanceándose suavemente por la leve brisa nocturna que se hacía presente en el bosque a las afueras de la ciudad de Lyon, la noche era apacible y silenciosa, solo el cantar de los grillos y el delicado sonido producido por el breve resoplido entre las ramas de los arboles se dejaba escuchar, de pronto un sonido se acercaba continuamente rompiendo la quietud que aunaba en el lugar.

 

El golpeteo producido por los cascos de los caballos se extendía rápidamente por el bosque, eran cuatro caballos dos moros y dos equinos blancos como la nieve más pura, jalaban un carruaje de cedro, en el viajaban cuatro personas, el cochero y tres pasajeros, en cada una de las esquinas del transporte unas velas protegidas por pequeños paneles de vidrio brindaban un poco de luz entre la oscuridad de la noche.

 

El cochero agitaba las riendas de los pencos para tratar de ganar velocidad, los animales a todo galope corrían atravesando el bosque por un sinuoso sendero, el ajetreo del viaje ya estaba haciendo mella en los viajeros, el vaivén del coche los arrullaba, una pareja con su adolescente hija se acurrucaban intentando conciliar el sueño, el movimiento y el viento que entraba por una de las ventanas hacía más fácil conciliar el sueño.

 

Los rayos plateados de luz que emanaba la luna se hacían más evidentes conforme iban saliendo de la parte más densa del bosque, en un claro el cochero a lo lejos vio la oscura silueta de un jinete atravesado en el camino, en un intento desesperado por quitar a ese extraño de en medio para poder continuar con su camino agitaba su mano y gritaba:

 

-¡¡Ey tú quítate de en medio!!-

 

Sin embargo el jinete no se inmutó ante los gritos, era una estatua inmóvil sobre el caballo.

 

Al percatarse de la nula reacción del desconocido, el cochero se vio forzado a detener abruptamente el carruaje jalando las riendas con fuerza y al mismo  tiempo que jalaba la palanca a su costado derecho para colocar el freno de piedra sobre la rueda delantera, el frenado provocó que sus ocupantes se sacudieran bruscamente sacándolos del sueño.

 

Después de unos metros por fin el coche detuvo su marcha, el cochero quien era un hombre regordete de baja estatura, ya con la edad marcada en su piel morena y los estragos del tiempo dibujados en su larga barba, enojado tomó su fuete y bajó del coche, sacudió su sucia ropa y se acomodó su desgastado sombrero, se asomó por una de las ventanas del carruaje para asegurarse que todo estuviera bien en el interior:

 

-¿Se encuentran bien? Denme un momento arreglaré este asunto y continuaremos con nuestro viaje- Dijo a sus pasajeros y se dirigió hacia donde se encontraba el extraño, empuñando en su diestra el fuete, esa larga vara recubierta con cuero que usaba para golpear a sus cuacos -¿Eres estúpido o qué? - Preguntó con voz aguardentosa y parado a un par de metros de quien era el causante de su retraso, impaciente por no recibir respuesta se acerca hasta quedar a unos centímetros de lo que él pensaba era su “estorbo”, preso de su rabieta intentó asestar un golpe con el fuete en la pierna del desconocido la cual se encontraba en el estribo de la montura.

 

Con una veloz reacción el sujeto lo tomó por la muñeca al regordete cochero y sin dificultad alguna lo levantó despegando los pies del suelo, si bien era un hombre corpulento, el extraño hizo parecer como si se tratase de un simple niño al cual levantas sin el menor esfuerzo, los ojos del conductor se llenaron de sorpresa y temor al ver lo que le estaba sucediendo, el jinete de un movimiento lo estrelló contra el suelo, derribado el miedo tomo por presa al rabioso cochero, la estatua por fin había cobrado vida, el sujeto bajó de su caballo, de un costado tomó un trozo de madera finamente pulido.

 

El cochero retrocedió ayudado por sus manos como un cangrejo, temeroso del extraño sus ojos denotaban lo que en ese momento sentía, de su frente comenzó a brotar sudor, a cada paso que el desconocido dio hacia él su corazón latía más rápidamente:

 

-¿Qui…qui…quien eres y que quieres de nosotros?- Balbuceo el asustado cochero.

 

El sujeto extraño iba vestido con un Han Fu color celeste con un patrón de crisantemos en color purpura adornado con detalles en dorado, un pantalón blanco y zapatillas negras, su cabello albino resplandecía a la luz de la luna, al igual que su piel blanca, con el trozo de madera en mano se acercó hasta quedar a unos centímetros, se colocó en cuclillas y se acerco al oído del que sin saberlo se convertiría en su primer víctima de la noche.

 

-No te asustes, no te haré daño no podría dañar a una indefensa criatura como tú-  Le dijo el hombre con voz grave y serena.

 

El viejo al escuchar las palabras se quedó inmóvil mientras observó como el sujeto frente a él le ofreció la mano para ayudarle a levantarse, temeroso y lleno de dudas la aceptó:

 

-¿Po…Porqué te nos atravesaste en el camino? Llevamos prisa, mi señor tiene que llegar a la ciudad antes del alba-

 

El sujeto de rasgos jóvenes solo sonrió ante las palabras del viejo:

 

-Tu señor ya ha llegado, es aquí donde el destino lo ha alcanzado-

 

Al escuchar estas palabras el viejo simplemente quedó atónito cuando vio la fría expresión en la cara del extraño, sintió como el miedo se apoderaba de su cuerpo, trastabilló e intentó darse la media vuelta e ir corriendo por su rifle al carruaje. Fue tarde, en un diestro movimiento el sujeto con ropas orientales develó el secreto que guardaba ese trozo de madera, sujetó el  extremo del mango y desenvainó una filosa katana, cortó de un solo tajo la cabeza del desaliñado anciano, esta rodó por  la hierba del suelo, al tiempo que el cuerpo se desplomaba poco a poco hasta quedar tirado a mitad del sendero escurriendo el liquido vital que se esparció por la tierra de aquel lugar:

 

-¡Kabuzo se que vienes ahí, sal cobarde ha llegado tu hora!-Gritó el sujeto a los viajeros del carruaje.

 

Del carruaje salió un hombre de complexión fornida y facciones orientales, elegantemente vestido con una yukata en color carmesí el cual contrastaba con su piel clara, un obi de color negro ceñido a la cintura y unas getas de madera, en su mano derecha una katana enfundada:

 

-Anata dare? (¿Quien eres?), Nani o koko ni sagashite iru? (¿Que buscas aquí?)- Contestó Kabuzo sin perder de vista al sujeto.

 

-Watashinonamaeha aru Vladimir (mi nombre es Vladimir), Watashi wa anata no jinsei o shuchō suru yō ni na~tsu (Vengo a reclamar tu vida)- Contestó apuntando a Kabuzo con su katana.

 

-¿Quién te ha enviado?-

 

-Eso no importa, por ahora solo preocúpate por tu vida y la de quienes te acompañan-

 

Sin dudarlo un momento Kabuzo desenvainó su katana, con el filo hacia el suelo empezó a caminar a paso veloz hacia Vladimir.

Vlad solo se limitó a esperar, el silencio del lugar fue corrompido por el golpetear de las getas en las piedras incrustadas en el suelo al ritmo de los pasos de Kabuzo, el estruendo de dos metales chocando fue  señal inequívoca de la batalla, ambos guerreros empuñaron sus espadas, comenzaron una pequeña guerra que solo terminaría con la muerte de uno de ellos. Se desató una fiera batalla digna de antiguos Samurais, la luna llena fue testigo de ese magnífico enfrentamiento, transcurrieron varios minutos de ataques incesantes, el cansancio cobró factura en el cuerpo de Kabuzo pues ya no era un joven guerrero, el paso de los años no fueron en vano. El cansancio se dibujó poco a poco en el rostro de Kabuzo, cada ataque del japonés sobre aquel sujeto mermó su condición física, el agotamiento fue cada vez más evidente. Vlad con un rápido movimiento logró asestar un corte en el brazo derecho de Kabuzo, un hilo de sangre brotó a lo largo de su extremidad, por debajo de la manga del Kimono, haciéndose evidente al empaparse de carmesí.

 

Vladimir se sintió complacido por causar daño en su adversario, durante el combate se había mantenido a la defensiva solo desviando los ataques de Kabuzo, sus ojos sedientos de sangre no perdieron de vista a su víctima,  acercó su katana a su propio rostro y con su lengua retiró un poco del liquido vital que manchaba el filo, una sonrisa macabra se dibujó en sus varoniles facciones dejando ver sus afilados colmillos.

 

Kabuzo cubriéndose la herida con su otra mano sintió como una sensación de temor recorrió por toda su espina dorsal, el miedo se apoderó de él cuando se dio cuenta a lo que se enfrentaba:

 

-E…e…eres un…un ku...ku…Kuei Jin-

 

Sin hacer caso a sus palabras Vlad corrió hacia Kabuzo y lo atacó una y otra vez sin clemencia, los primeros ataques fueron repelidos pero ante la brutalidad con que el cainita atacó tuvo frutos pues hirió a su oponente con leves cortes en los costados, así como en la pierna derecha y ambos brazos.

 

Jadeante y lesionado, Kabuzo reunió sus pocas energías para un último ataque, levanto su katana como si se la estuviese ofreciendo a los dioses, atacó a su oponente, sin embargo su ataque fue inutil, de un movimiento ascendente Vlad desvió el ataque y aprovechando que su adversario quedó con la guardia abierta atravesó el vientre de su víctima de lado a lado con su espada. Los ojos de Kabuzo se abrieron desorbitados como si fuesen a salirse de sus cuencas, su boca convulsionó escupiendo sangre a borbotones, la muerte estaba cerca para él, quien fue un gran guerrero, luchó hasta el último aliento.

 

Vlad retiró su espada del vientre de Kabuzo cuyo cuerpo cayó lentamente hasta estar totalmente derrumbado en el suelo, el cainita nuevamente saboreó su victoria probando un poco del fluido carmesí que obtuvo como premio en su espada, limpió el resto con una de las mangas de su Han Fu:

 

-A pesar de la lacra que fuiste luchaste como un gran guerrero, al final mostraste un poco de honor- Vlad levantó la vista hacia el carruaje, vio a una mujer vestida con el atuendo típico japonés, un kimono en color blanco con estampado de sakuras rosas y detalles en dorado, un obi  en color rojo y getas de madera, quien tenía entre sus brazos a una jovencita, se dirigió hacia ellas sin perder un segundo.

 

La mujer se interpuso entre la joven y él:

 

-Si intentas hacerle daño a mi pequeña te arrancaré el corazón-

 

Vlad soltó una carcajada al escuchar las palabras de la mujer:

 

-¿Eres estúpida o qué?, ¿acaso no te das cuenta como terminó tu marido? Si por mi fuese no perdería el tiempo con ustedes, pero quieren tu cabeza también, así que tengo que cumplir con el encargo-

 

 

La mujer estiró su mano hasta alcanzar el rifle del cochero, rápidamente apuntó hacía Vlad y soltó un disparo, el cainita hizo uso de una de sus disciplinas vampíricas (Celeridad) evadió sin problema el proyectil y continuó acercándose a la mujer.

 

-¡Hija, corre y escóndete en el bosque, yo estaré bien!-

 

-Pe…pero mamá, yo quiero estar contigo- Contestó la jovencita con voz temerosa

 

-¡¡¡Que te vayas te digo, es una orden!!!- Gritó la mujer con voz de mando.

 

La adolescente soltó a su madre y corrió adentrándose en el bosque.

 

Vlad sin inmutarse continuó  hacia la mujer quien temblorosa intentaba recargar el rifle, por un instante desvió la mirada y cuando la levantó el extraño había desaparecido. Un susurro que provenía de tras de su espalda le estremeció:

 

-¿Buscabas a alguien mujer?-

 

Acto seguido tomó a la mujer por la garganta y la apretó con una fuerza sobrehumana hasta casi dejarla sin aliento, forzó a la mujer a ponerse de rodillas:

 

-Bueno, esto ha sido todo para ti- Vlad levantó su katana con el filo hacia abajo y de un fuerte movimiento la hundió en la mujer atravesando su pecho -Dijiste que me atravesarías el corazón, bueno tal vez en otra vida porque ahora soy yo quien atraviesa el tuyo- Vlad retiró su katana y de un tajo cortó la cabeza de la mujer sujetándola por los cabellos, se dirigió hacia donde se encontraba el cuerpo de Kabuzo, repitió el mismo procedimiento arrancando desde la base del cuello la cabeza del guerrero caído, dejo ambas cabezas al costado del resto del cuerpo de Kabuzo y se dirigió a su corcel, enfundó su Katana y tomó un saco de cuero, volvió hacia donde yacían ambas cabezas y las metió dentro del saco.Caminó a su caballo un ruido extraño lo detuvo, provenía de los arbustos al costado del camino, dejó el saco en el suelo y haciendo uso de otra de sus habilidades vampíricas (Auspex/Sentidos Agudizados) escuchó el sollozo de la jovencita que anteriormente había huido del lugar:

 

-Vamos niña sal ya, no quiero hacerte daño- Al terminar sus palabras y aun con la katana enfundada retomó su camino hacía su penco.

 

Para su sorpresa la joven salió de los arbustos armada con una wakizashi, corrió llena de ira con el objetivo de vengar a  sus padres, atacó una y otra vez a Vlad, él solo se limitó a evadir las envestidas de la adolescente, el asombro fue evidente en el rostro del vampiro cuando la chica logró hacer un corte limpio en su pierna.

 

-¡Estúpida niña!- Exclamó con rabia al ver como su vestimenta era corrompida por los ataques de la chica. Vlad continuó evadiendo los ataques hasta que aprovechando un descuido golpeó con la palma de su mano la nuca de la chica dejándola inconsciente -Eres buena, incluso mejor que tu padre, te dejaré vivir, has mostrado honor y mereces tu venganza, cuando estés lista búscame, se que sabrás como hacerlo-

 

Vlad dejó el saco y su katana por un momento en el suelo, se dirigió hacia donde estaba el cuerpo de Kabuzo y arranco de la mano sin vida la katana, rompió un trozo del kimono y limpió la katana que había sido manchada con la propia sangre del oriental, la enfundó y la colocó al costado de donde se encontraba desfallecida la chica:

 

-Es la espada de tu padre, búscame cuando estés preparada y te daré tu pelea- Vlad recogió el saco y su Katana, las colocó en su montura, monto su corcel y se alejó del lugar a todo galope por el sendero…

 

De vuelta en el refugio de La isla de los Perros, se ve como los ojos de Vladimir se mueven bajo sus parpados como si estuviera en un sueño profundo, la avalancha de recuerdos se agolpa en su cabeza.

 

 

By Vladimir

 

 

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