La misión de Kami

Londres - Noviembre de 1887

La mañana siguiente al incendio fue la más cálida en esa semana, la nieve apenas formó una capa fina sobre el suelo y en los escombros de la mansión Mayfair, la imagen de Anthuan crucificado era perturbadora, los empleados de la mansión se agruparon consternados rodeados por los policías, un detective  se acercó a revisar al mayordomo y ordenó que lo bajaran, el pobre viejo murmuró diciendo incoherencias, a lo lejos, detrás de las vallas de seguridad los ojos negros de Kami escudriñaron los hechos.

 

Kami volvió a la casa de la Isla de los perros y por varios días se dio a la tarea de investigar a donde mandaron a Anthuan, le informan que fue llevado al hospital psiquiátrico San Bartolomé.

 

El hospital psiquiátrico se encuentra a las orillas de Whitelchapel, es un lúgubre lugar rodeado por una cerca de barrotes metálicos y un portón grande al frente, dentro, los pasillos lucen solitarios y son iluminados por tenues candelabros, hay dos tipos de habitaciones, unas son grandes y espaciosas con cinco camas alineadas a cada lado de la pared, otros cuartos son pequeños de dos metros cuadrados sin muebles y con una pequeña ventana que  sirve como respiradero. Unas cuantas enfermeras caminan revisando a los pacientes, en la recepción hay una enfermera de piel oscura y hay cinco guardias y hacen rondines por todo el lugar.

 

Por la mañana después de unos días la nipona está entrenando con Rein en el dojo, el bogu la protege mientras blande el kendo contra su compañera, ante cada impacto emite un sonido de esfuerzo que sale potente por su boca, por un instante son interrumpidas por su señora que exclama exigente.

 

-Quiero resuelto lo de Anthuan hoy ¿Me comprendes?- Sin decir nada más la señora sale.

 

Instantes después de continuar entrenado con Rein cuando una mirada curiosa las interrumpe, Kami voltea cuando su acompañante le indica con un ademan que tienen un espectador, voltea a ver quién es, le sobresalta un extraño sentimiento desconocido para ella hasta ese momento, es acogida por los ojos turquesa de ese hombre,  un rubor la delata e inmediatamente baja la mirada más por pena que por respeto, el sujeto habla y da órdenes para después irse, Kami siente como su corazón late desmesuradamente hasta que vuelve a su ritmo habitual, el color de sus mejillas recobra la normalidad.

 

-El señor tiene una imponente presencia- Kami piensa mientras sale del dojo.

 

Ella está decidida a cumplir las cometida de su señora y va a su recamara a prepararse para esa misma noche ir al Hospital San Bartolomé por Anthuan a toda costa.

 

Ese mismo día por la noche Kami se desliza furtivamente por los tejados de la cuidad para pasar desapercibida por todos, su silueta es un fantasma en la noche solo su katana es su eterna compañera, recorre el camino hasta el hospital para llegar a la parte posterior del edificio, Kami examina su alrededor asegurándose que nadie la descubra y salta sobre la valla metálica con la agilidad de un felino, con los ojos entornados busca una ventana donde pueda escabullirse al interior.

 

-Bingo- Susurra y corre en dirección a una ventana abierta de par en par.

 

Al otro lado de la ventana hay una enfermera frente a un aparador que contiene medicamentos, concentrada en los frascos no se da cuenta cuando Kami entra silenciosamente a su espalda, la nipona coge a la enfermera por el cuello rodeándola con el brazo izquierdo y presiona el suministro de oxígeno a su cerebro, no le da tiempo de reacción y sucumbe desmallada, la coloca con mucho cuidado a lado del aparador escondiendo el cuerpo, con sigilo sale y se escurre por los pasillos, después de recorrer unos metro del laberinto que es el hospital escucha el silbido taciturno de un guardia, Kami espera en la esquina del pasillo pegada de espaldas a la pared, la sombra del guardia se acerca cada vez más al igual que el sonido de su silbido, el guardia pasa de largo y la intrusa lo asalta en ese momento, con un diestro movimiento coge la cabeza del desdichado y la gira con ambas manos en un movimiento brusco, el sonido de las vértebras quebrarse resuena con eco en los dedos de la inmutable asesina, el cuerpo desmadejado se desploma secamente y es arrastrado a las sombras, unas voces apagadas se escuchan, Kami se acerca para cerciorarse de que no representen peligro, escudriña desde la clandestinidad de las sombras, logra ver a un par de enfermeras que charlan despreocupadamente.

 

-Hay muchos crímenes hoy en día- Comenta una enfermera a otra.

 

-Sí, ya ves lo que dicen, que la mansión de una mujer muy rica fue quemada intencionalmente, de ahí nos trajeron a nuestro pacientito, ese viejito que habla incoherencias ¿Lo conoces?-  

 

-No lo he visto, pero me dijo Fany que esta loco de atar- Añade la enfermera rechoncha -Es una pena, no deja de balbucear sobre que debe de ir con su ama ¿Crees que lo tenían esclavizado?-

 

-No lo sé, pero se ve muy demacrado aunque sus heridas han sanado y se alimenta, no coge peso, parece que esta enfermo, los médicos ya lo han examinado pero no entienden porque está así- Dice la enfermera más alta a la regordeta.

 

De una habitación al otro extremo del pasillo sale un medico exaltado.

 

-Rápido, necesito que sujete a este paciente-

 

La rolliza enfermera acude a la orden, junto con el medico entran al consultorio y cierran la puerta.

 

La otra enfermera gira y camina en dirección a Kami que se mimetiza con las sombras, la chica alta se estremece con un visible escalofrío cuando esta junto a la asesina nipona que en un vertiginoso movimiento arremete sometiendo a la enfermera, le cubre la boca y la inmoviliza por la espalda mientras le musita al oído.

 

-Si no quieres morir te recomiendo que no grites, liberaré tu boca para que me respondas lo que te voy a preguntar ¿Entiendes?-

 

La mujer con los ojos desmesurados asiente con un movimiento de cabeza, Kami suelta lentamente la boca de la chica y cuestiona inmediatamente.

 

-¿Dónde está Anthuan?-

 

El ceño de la enfermera se frunce en señal de confusión.

 

-Sí, el viejo que trajeron, el del incendio- Le aclara Kami.

 

-Está en el ala norte del edificio, aislado en una pequeña celda- Responde la intimidada enfermera.

 

-Llévame ahí- La nipona suelta paulatinamente a la asistente -No trates de pasarte de lista, no quiero causarte daño-

La mujer afirma con la mirada.

 

Ambas mujeres se echan andar por varios minutos que transcurren lánguidos, el silencio es ensordecedor que es roto ocasionalmente por la tos de algún enfermo y gritos desquiciados de los pacientes que se apagan así como surgen, se detienen frente a una puerta metálica, sin soltar a la rehén Kami echa un vistazo por la rendija de barrotes y ve al viejo Anthuan que se mueve nervioso por la diminuta habitación sin muebles, observa como el mayordomo se lanza a la puerta aferrando sus delgados dedos a la ventanilla y grita.

 

-¡¡¡Déjenme salir!!!- La voz de Anthuan se oye desgarradora y lastimera.

 

-Diablos- Resopla Kami con enfado –Calla que vendrán los guardias… Shhhh-

 

En el ese momento la enfermera aprovecha para zafarse de su opresora y sale corriendo con gritos despavoridos.

 

-¡Ayuda! ¡Ayuda! ¡Hay un intruso!- La enfermera escapa en busca de la seguridad de sus compañeros, alejándose.

 

Sin perder tiempo Kami saca al mayordomo que parece que ha perdido la cordura en los días que pasó ahí encerrado, con una de sus manos baja su máscara para que Anthuan vea quien es.

 

-Silencio Anthuan he venido por ti, apúrate, no tenemos tiempo, los guardias no tardan en caernos encima- Kami vuelve a cubrir su rostro dejando solo a la vista sus rasgados ojos orientales.

 

-¿Kami?- Dice Anthuan con duda e inmediatamente el viejo se mueve torpemente tras de su libertadora que le da la espalda sin darle una respuesta.

 

Cerca se oyen atropellados gritos de los guardias y enfermeras, al doblar la esquina para ir en busca de una salida una horda de hombres provistos de toletes se aproximan amenazantes, Kami de forma protectora hecha atrás al viejo con la mano derecha, con la izquierda desliza la katana de su funda que chasquea al ser desenvainada, se mantiene inmóvil en posición de guardia hasta que lanza un golpe con el mango de su katana, rompiendo la nariz de su primer atacante, con un arco descendente de su filosa arma corta de un tajo por la mitad a su siguiente alborotador, lentamente se va deshaciendo de todos y cada uno de los hombres dejando a su paso una pila de cuerpos cercenados.

 

-Rápido Anthuan corre a la salido- Le dice al viejo mientras extrae su katana de la última víctima.

 

Salen del edificio por la puerta principal para llegar a la verja, el viejo Anthuan evade la valla seguido por Kami, el hospital se llena de caos y asombro al ver los cuerpos mutilados, la enfermera que antes había sido la rehén de Kami yace pálida y consternada de la impresión, con los ojos colmados por las lágrimas.

 

Por los callejones oscuros y repletos de nieve corren las dos tortuosas siluetas, llevan un vertiginoso  paso, tienen que cruzar por el distrito de Whitelchapel para tomar un atajo a la Isla de los perros.

 

El mayordomo tiene una vieja apariencia pero lleva un andar más rápido, a ratos se detiene a esperar a su compañera y salvadora Kami, ella a pesar de su excelente condición es superada por las habilidades y fortalezas de un semi vampiro como Anthuan.

Así continúan por varias calles hasta que Kami exclama.

 

-Detente, detente… No puedo seguirte a esa velocidad- Dice exhausta – Creo que nadie nos siguió-

 

Anthuan vuelve unos metros acercándose a Kami.

 

-Gracias por sacarme de ese infie…- Sus palabras son cortadas de tajo -¿Hueles eso?-

 

 -Sí, mira- Kami señala una breve columna de humo y fuego que se eleva por encima de las casas.

 

-Es mejor que salgamos de Whitelchapel, es un lugar muy problemático y nosotros ahora somos prófugos, no creo que tarden en venir para apagar ese incendio y con ellos la policía-

 

-En marcha- Farfulla Kami mientras camina para alejarse de ahí.

Los minutos pasaron y con ellos las horas hasta que se adentran al bosque que rodea la Isla de los Perros, toman el camino principal al refugio, es ahí cuando un galopar de caballos les alcanza, por el cansancio físico Kami no logra apartarse del sendero y casi es envestida por los animales, estos reparan al ser tirados de las correas que el cochero sujeta con firmeza.

 

-¡Por Dios!- Exclama el cochero asustado, baja y se acerca a Kami, les reconoce inmediatamente ya que los ha visto antes y sabe que trabajan con él -¿Qué hacen tan noche?-

 

Anthuan y Kami cruzan miradas de complicidad y se quedan callados.

 

-¡¿Por qué nos detenemos?!- Grita el pasajero dentro del carro

 

Cuando el sujeto dueño de esa potente voz baja, Kami se percata de quien es, el rubor vuelve a sus mejillas y baja la cabeza escondiendo su ingenua timidez.

 

By Gabriel

Escribir comentario

Comentarios: 0