Ēliyahū (Elías)

Londres - Noviembre 1887

La mañana arrastra consigo un frió estimulante y los rayos de sol caen de manera débil sobre la espalda de un hombre, oculta su rostro bajo una capucha gruesa negra, está no cubre por completo el cuerpo semidesnudo de Gallaguer, deja al descubierto sus pies descalzos, la tela ondula de vez en cuando por el andar y el choque del viento.

 

Gallaguer nota la tensión y temor en el rostro de la gente a su paso, en ellos es casi palpable el miedo que les genera el espectral atuendo cuando estos lo ven, él apenas controla su ira a tal grado que sus ojos arden con un brillo carmesí, sus manos están pegajosas por la sangre depositada en ellas algunas horas atrás.

 

Metros más adelante detiene su deambular justo frente al local de un diseñador de ropa, el dueño sale a su encuentro, es un sujeto viejo su cara y nariz parecen de un satiro, ve en Gallaguer una oportunidad de cambiar su suerte y subir sus ventas, el sastre al identificar la prenda, es de manta cibelina muy suave al tacto a pesar de su grosor, lo mira con consternación y exclama.

 

-No es posible señor- Contrariado sostiene su cabeza entre las manos -¿Pero qué? Su prenda es muy peculiar aunque no es propia de un hombre-

 

Gallaguer ante la insolencia le mira y aprieta el mango de la espada oculta bajo la capa.

 

Aquel viejo no para de hablar, en un movimiento intrépido se acerca más a Gallaguer para susurrarle al oído en tono de complicidad.

 

-Supongo que debió salir a toda prisa de su encuentro ya que no le importó ponerse esa capa de dama pero…-

 

En un acto discrepante a la naturaleza de Gallaguer, lucha contra las furias para que no le sean desordenadas sus ideas y acto seguido la mano libre emerge de la prenda apresando el cuello de aquel hombre

 

El viejo intenta mojar sus arrugados labios pero se hunde en un paroxismo de seca tos, como si se ahogara.

 

Gallaguer con mucha facilidad lo hace retroceder empujándolo al interior de la tienda, lo proyecta por la duela

 

-Perro deleznable si aprecias en algo tu vida no harás eso de nuevo-

 

El viejo se lleva la mano al cuello inhalando ávidamente, advierte que está manchado de sangre y que por suerte no emana de él, ni siquiera trata de incorporarse, el viejo pide clemencia.

 

-Disculpe mis palabras no debí interrumpirle déjeme reparar mi falta y cambiar su ropa por algo más acorde a su talla- Dice con voz trémula.

 

Gallaguer mueve ligeramente la cabeza asertivamente.

 

El hombre de edad avanzada se incorpora y saca un pañuelo de sus ropas mientras guía por el lugar a su agresor mientras se limpia el cuello

 

-Espéreme en aquella habitación señor, cerrare el local para poder atenderle como merece-

 

Gallaguer sonríe y se siente aliviado de deshacerse de tan fastidiosa persona, se encamina a la habitación por un vasto corredor, al entrar, el colorido y decoración cambian por completo muestran un lugar ostentoso, Gallaguer hecha la capucha para atrás dejando descubierto su rostro, su fino oído escucha tres palmadas que llegan desde el corredor e instintivamente voltea a la entrada, emergen tres doncellas envueltas en túnicas trasparentes, coronadas con tiaras de flores multicolores y calzadas en sandalias, recorren rápidamente el mármol y una a una se presentan en una reverencia colocándose en fila a un costado de la entrada y casi de inmediato se integra el dueño con una sonrisa fingida y la frente sudorosa aun por el nerviosismo, escudriña en el rostro sucio de Gallaguer y se pone por completo de frente

 

-Señor mi nombre es Estefano omitiré el nombre de mis doncellas ya que no le son de importancia, le he hecho pasar mal rato- En un cambio repentino en su tono de voz le muestra más sumiso, las manos huesudas de aquel hombre chocan ligeramente.

 

Al sonido de las palmas una de las chicas retira la capa de Gallaguer, en su tarea, la joven deja caer la capa al suelo y da un par de pasos hacia atrás mientras de sus labios escapa un dejo de asombro al ver el sucio y torneado cuerpo de Gallaguer y enmudece por completo al ver la afilada espada en la mano del tipo fornido.

 

Estefano friega sus manos entre sí mostrando nerviosismo.

 

-Señor no somos de peligro le ruego nos permita seguir con nuestra labor-

 

Silencioso y hosco ante las palabras del viejo, Gallaguer deja que la espada escape de sus dedos, la hoja traslucida choca con el piso emitiendo un agudo ruido para después quedar inerte, cuestiona al sastre

 

-¿Y ahora que sigue en tu gentil labor?-

 

El costurero agacha la mirada mientras responde.

 

-Iré por prendas que espero sean de su agrado en tanto mis doncellas le guían a la bañera no queremos que salga desalineado de nuestro local-

 

Gallaguer sonríe, no sabe de qué va el juego absurdo de ese viejo pero está seguro que a cualquier mal paso y todos en ese local encontraran la muerte

Dos de las chicas se encaminan y desaparecen tras una puerta de roble finamente grabada, Estefano se va al frente de la tienda y una chica se queda de acompañante de Gallaguer esta le guía a un sofá de lo más cómodo.

 

Gallaguer mira a la chica de reojo y sonríe al estar a solas.

 

-¿Acaso no hablas?-

 

La chica responde con una voz muy débil.

 

-¿Qué se le ofrece señor?-

 

Gallaguer pone su dedo índice en los labios de la doncella

 

-Creo que luces más bella calladita- Inhala sobre el rosado cuello de la mujer y frunce el ceño al advertir que ya han pasado infinidad de hombres por su piel, mira descaradamente el pecho de aquella doncella y sin siquiera verla a la cara responde -Nada por el momento-

 

Trascurrieron varios minutos y una de las chicas sale de aquella puerta de roble, Gallaguer es guiado al interior donde le espera un baño amplio, al centro hay una fosa de mármol con agua tibia, de inmediato el sucio hombre salta al agua y nada un poco.

 

Las chicas toman lugar al borde, por primera vez una de ellas les susurra a las otras.

 

-Nunca he visto un cuerpo así-

 

Las demás se limitan a contemplar con admiración como Gallaguer se desliza por el agua.

 

Instantes después sale Gallaguer de la fosa y las mujeres se dan a la tarea de retirar el exceso de agua en su piel.

 

Una campanilla repica afuera del lugar, es Estefano, de inmediato las mujeres se retiran, Gallaguer abandona el ancho baño y ve a Estefano con un variado repertorio de atuendos, con todo el tiempo del mundo se mide prenda tras prenda.

 

Finalmente Gallaguer escoge unos pantalones negros, abrigo aterciopelado en color vino con broches dorados sobre el pecho, la cintura y solapas negras, se cerciora que la vestimenta no limite en sus movimientos bruscos, enfunda sus pies en unas botas negras, se coloca unos guantes de piel de topo. Estefano le pone una pechera blanca, el cabello rojizo suelto y sin acicalar le da cierto toque tenebroso.

 

Con los restos de piel de topo Estefano se las ingenia para improvisar una especie de funda para la espada no quiere nada que le traiga mala fama a su local.

 

Al salir de aquel lugar con la funda colgada al hombro nadie se imagina que en ella se guarda un arma letal, se aleja del local, Gallaguer admira el entorno poniendo por primera vez atención a los detalles tanto a las calles como en el atuendo de la gente, a las primeras de cambio se pierde entre los callejones.

 

En la tienda una de las chicas le lleva la capa a Estefano, la capa con la que llego tan enigmático ser.

 

Estefano analiza la prenda sucia y con olor a humo.

 

-¿Acaso no es de una mis mejores creaciones? ¿No sé cómo la señora Bianca se ha liado con un tipo de esos? Ponla en el perchero, veamos si la señora la nota en su próxima visita-

 

Gallaguer se mezcla con las personas, les observa y copia las gesticulaciones, cree que eso le ayudará a pasar desapercibido, conforme el tiempo trascurre, la ciudad le parece demasiado alborotada y exuberante, pasa de medio día, rodea una fuente a mitad de una plazoleta, titubea de manera extraña, luego se sienta sobre el borde de la fuente, mira a un pequeño que está sentado frente a él en completo abandono y tranquilidad, posa sus fuertes antebrazos sobre las piernas y contempla al chiquillo que le sonríe con sencilla tranquilidad

 

El pequeño no siente temor o asombro por él, contempla el fiero, rígido y firme rostro de Gallaguer con la misma tranquilidad que hubiese mirado a un familiar, extiende una pequeña piedra brillante hacia Gallaguer con sencillez y añade

 

-He encontrado esto hoy, es muy hermosa ¿Verdad? ¿Crees que le guste a mi mamá?-

 

Gallaguer coge la piedra, le da vuelta entre sus dedos esta desprende unos curiosos reflejos de muchos colores que brillan ante la luz del día

 

-Sin duda muchacho, tu madre se alegraría al tenerla pero estoy pensando en no regresártela ¿Sabes? te estaría haciendo un favor- Solo quiere intimidar un poco al niño.

 

El pequeño suelta un golpe, simulando un martillo con su puño cerrado sobre la pierna de Gallaguer, es por demás decir que era como si una mariposa desafiara a una águila.

 

Gallaguer toma al niño por la barbilla y alza su rostro para estudiarlo.

 

-No suelo ser indulgente con quien me agrede-

 

-Señor tú hablas con enojo- Responde el pequeño en un tono de voz inocente.

 

-Deberías pedir a Dios que te ayude en este momento- agrega Gallaguer sin soltar al infante.

 

De inmediato el semblante del niño se ilumina.

 

-¿Crees tú? ¿Qué EL está aquí y me oye?-

 

Sorprendido Gallaguer responde

 

-¿Qué?-

 

Emocionado el niño no para de hablar

 

-Sí, mi mama me ha enseñado que Dios está en todos lados y en todas las cosas- durante una pausa el pequeño estudia la mirada de Gallaguer.

 

En un tono de voz firme y seguro Gallaguer replica.

 

-Dios es nuestro enemigo, nos castiga sin causa alguna, incluso el verdugo lee a su víctima los crímenes por los que ha de morir…-

 

Un recuerdo pone en pausa el entorno, tras ser convertido tuvo un momento de arrepentimiento en esas fechas escucho hablar del Dios de los judíos le ofreció un sacrificio en un templo griego pero no rindió frutos y los griegos le indicaron que los sacrificios no le eran gratos desde entonces se preguntó ¿Quién era ese dios sin nombre? y de manera inconsciente Gallaguer pronuncia

 

-El Dios de los judíos-

 

La voz del niño le saca de sus recuerdos - no solo es Dios de los judíos sino de todos nosotros- replico con apasionamiento

 

-¿Cómo sabes tú eso?- Pregunta Gallaguer de manera fría.

 

-Lo se lo sé desde el fondo de mi corazón- Responde aquel niño sin perder el brillo de sus ojos

 

En la boca de Gallaguer jugueteo una sonrisa.

 

-¡Elías ven a jugar!- Gritan a la par un grupo de niños.

Elías pone su tierna mano sobre el antebrazo de Gallaguer y este en automático suelta su rostro.

 

Gallaguer estira el brazo para regresar aquella piedra preciosa al pequeño, pero este en un movimiento inesperado gira y corre alejándose de él mientras grita.

 

-Mañana vendré por ella porque si la llevo ahora conmigo la perderé-

 

-A esta misma hora te estaré esperando de lo contrario la tomare por mía sin culpa alguna- Gallaguer responde.

 

El niño para y ladea el cuerpo gritando.

 

-!De acuerdo¡- Después el niño se pierde de vista junto con los demás chicos.

 

 

Gallaguer se levanta en un movimiento brusco, se sorprende de sus propias palabras ¿Qué significa ese niño para él? ¿Qué le importaba a él si iba a volver? o ¿Simplemente estaba perdido? Gallaguer toma la piedra y la guarda entre sus ropas sin más camina entre la gente e igual que el niño se pierde entre la muchedumbre con la espada al hombro

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