Perqueño dragón rojo

Los rayos del sol comenzaban a iluminar la cima nevada del Monte Fuji, el cielo lucía despejado, solo algunas erráticas y algodonosas nubes enmarcaban aquel cielo sobre la provincia de Shizuoka a los pies del majestuoso volcán, a los pies del orbe se encuentra un pequeño Templo, aquel que durante muchos años había sido el hogar de Vladimir, el Templo simulaba una paz y serenidad en extremo, solo el viento gélido que se colaba por entre la vegetación que rodeaba la construcción, en los patios como cada mañana un joven discípulo, el único en todo el Monasterio que no es de rasgos orientales, inicia las labores del día.

 

El joven aprendiz, un muchacho de dieciocho años de edad, de complexión delgada y atlética, una tez blanca la cual contrasta con el color azabache de su larga cabellera, la cual cae hasta la mitad de su espalda.

 

Sergei se encuentra sobre uno de los patios del Templo, con una vieja escoba en mano comienza a quitar la ligera capa de nieve que hay sobre los maderos del pórtico, dentro del templo una serenidad esta a punto de ser quebrantada ya que los monjes comienzan poco a poco con sus labores cotidianas, el joven dirige su mirada hacia el aclarado cielo como si pidiese algún tipo de respuesta a una pregunta que hace mucho tiempo lleva dentro.

 

Los monjes comienzan su ir y venir dentro del tempo, algunos se encargan de la limpieza del recinto sagrado, otros en el aseo de las habitaciones, a lo lejos se escucha el golpeteo de los trastos, algunos monjes preparan el primer alimento del día para los sus demás hermanos.

 

Ya concluidas sus labores, ahora solo espera el llamado para ir a tomar sus alimentos, se coloca debajo de un cerezo que su protector había sembrado dentro del Templo, una vez ahí toma asiento reposando sobre el suelo y recargándose sobre el tronco de aquel árbol muy especial para él ya que era el único recuerdo que aquel ser que en su niñez le había salvado la vida.

 

Los ojos del joven comienzan a cerrarse, un profundo sueño se apodera de su ser, poco a poco va cayendo en los brazos de Morfeo, comienza a soñar con hechos de su infancia, se ve en el lugar donde de pequeño fue abandonado, donde creció y paso los primeros ocho años de su niñez. Siberia, una vieja casona, en medio de un bosque rodeada con una alta reja de acero y al final de cada barra una filosa punta cortante, mas que un hogar parecía una prisión.

 

Uno de sus mas dolorosos recuerdos es ahora quien ocupa sus pensamientos, es como si lo estuviese viviendo en ese mismo instante, estaba sentado en una pequeña silla de madera observando por la ventana, de pronto un carruaje se detuvo en la entrada, era un elegante carro, de color negro con detalles en púrpura, al frente un par de caballos garañones y negros como la noche eran la fuerza motriz del transporte, un viejo paje bajó de su lugar, se acercó al costado y con su diestra abrió la puerta sin dificultad, del interior emergió una hermosa dama, la cual usaba un elegante vestido púrpura, era de tez blanca y llevaba un peinado extravagantemente alto, el cual era adornado por una hermosa rosa púrpura, algo raro de encontrar en esta gélida región, a la espalda de la dama salió del carruaje un fino caballero que como atuendo ostenta un pantalón negro, una telogreika carmesí sin olvidar el ya típico ushanka , con abrigo en mano lo colocó en los hombros de la señora para protegerla del frío viento, ambos se dirigieron hacia la entrada de aquella casona, la cual fungía como orfanato.

 

De pronto el repicar de la campana central le hizo despertar de su sueño, dejando atrás aquellas vivencias con su dormir. Sergei se levanta presuroso dirigiéndose hacia el comedor, junto con los demás monjes, postrado sobre sus piernas, alrededor de una gran mesa de vieja madera, se dispone a disfrutar de sus alimentos, una dieta consistente básicamente en arroz, vegetales y agua.

 

Después del almuerzo, Sergei se dirige nuevamente hacia el patio para continuar con sus labores, en su camino es interceptado por uno de los monjes el cual le hace saber que el Maestro le llama a su presencia. El Maestro es una persona de ya edad avanzada, complexión delgada, una cabellera abundante así como su barba, ambas de color blanquecino.

 

El joven sin dudar va hacia donde se encuentra su Superior, caminando por un largo pasillo, al llegar ante la fusuma de la habitación, se detiene un momento, observando los detalles dibujados, un gran dragón rojo esta finamente dibujado enmarcando la entrada a la habitación.

 

 –Adelante- dice el Maestro con una voz grave pero que ya denota su edad.

 

Sergei desliza la fusuma hacia su derecha, entra en la habitación, hace una reverencia como señal de respeto:

 

-Maestro ¿me ha llamado?

 

-Así es mi pequeño Kiyoshi- Es el nombre que se le dio cuando llego al monasterio ya que era un niño muy callado -Ha llegado el día en que te otorgue lo que tu mentor ha dejado para ti- Dice el Maestro viéndolo a los ojos dedicándole una sonrisa la cual se dibuja debajo de su gran barba blanca-.

 

-¿Mi mentor dejó algo para mí? ¿Cuándo? ¿Por qué?- comenta el joven con un tono de voz lleno de incertidumbre.

 

El anciano se incorpora y con una de sus manos toma de un viejo mueble de madera una pequeña caja empolvada, con parte de la manga de su Kimono limpia la tapa superior la cual tiene grabado un gran dragón así como el nombre SERGEI en dorado:

 

-Esto lo dejó para ti, me pidió de favor que en esta fecha te fuese entregado y tal cual sus deseos ahora lo pongo en tus manos- concluye sus palabras y coloca la vieja caja en las manos del chico.

 

Sergei un poco extrañado lleno de dudas toma la caja, el Maestro sigue en silencio y solo le observa, el muchacho se dispone a abrirla cuando es interrumpido:

 

 –Aquí no, ve a tus aposentos, ahí es el lugar indicado- dijo el maestro regalándole una breve sonrisa al final de sus palabras.

 

Sergei con mas preguntas que respuestas se pone de pie, nuevamente reverencia al Maestro y sale de la habitación, dejando atrás el gran pasillo cruza el ala central, distraído en sus pensamientos:

 

-¿Para qué me habrá dejado esto?  ¿Acaso después de que me dejó aquí, quiere decirme algo?-.

 

Al fin, llega a su habitación la cual es muy simple solo contiene un viejo camastro hecho con tablones de madera, cubierto con paja, heno y encima una gruesa sabana blanca, también hay un pequeño mueble de madera el cual sirve para que el muchacho guarde aquello que él quisiera.

 

Sergei impaciente toma asiento en un costado de su camastro, coloca la pequeña caja encima de sus piernas con su mano diestra retira el perno que la mantenía cerrada, toma con ambas manos los laterales de la tapa y la abre, sus ojos se abren sorprendidos al ver lo que contenía la caja. El contenido consistía en un viejo trozo de papel, el cual contenía un escrito, el cual decía lo siguiente:

 

“Querido Sergei:

 

En estos momentos ya debes de haber cumplido los 18 años, lamento haberme ido de tu lado y abandonándote, sé que falté a mi promesa de no dejarte, aquella promesa que te hice el día que te encontré en los callejones de China, pero pronto estaremos juntos de nuevo.

 

Hoy te entrego aquellas pertenecías que me fueron heredadas por mi sensei, ahora tú como mi alumno eres dueño de ellas, en esta caja encontraras uno de mis más preciados tesoros, el collar con un dije que te identifica como parte de mi familia y como mi protegido, eso hará tu viaje si es que decides hacerlo un poco más ligero.

 

Si tu deseo es seguirme, el Maestro te dará provisiones para el camino, así como también te otorgará uno de mis corceles, ten cuidado, el viaje es largo y muchos bandidos abundan los caminos, pero confío en que sabes defenderte.

 

Junto a esta carta encontraras un mapa de la Región de Kiev, esté te llevará a mis aposentos, ahí serás bien recibido, además te dejo un obsequio, mis armas favoritas las cuales te serán entregadas por el Maestro.

 

Espero pronto estemos reunidos, te estaré esperando mi pequeño Kiyoshi.

 

Vladimir K.”

 

Sergei quedó atónito ante la lectura que recién había hecho, jamás hubiese imaginado que su mentor le tuviese un gesto como ese, después de haberlo dejado hace tanto tiempo abandonado en el Templo.

 

En la vieja caja, junto a la carta se encontraba otra pequeña caja de madera de algunos centímetros de ancho y largo, la cual llevaba una rosa grabada en su tapa, el muchacho la coge entre sus manos y la abre, dentro sobre el forro acolchado de terciopelo rojo se encontraba descansando una hermosa joya, un dije con forma de esfera de cristal carmesí, con una pequeña rosa dentro,  alrededor de la gema la silueta de un dragón en plata.

 

 

Sergei lo toma entre sus manos, lo observa detenidamente y lo regresa a su lugar, ahora en su cabeza rondan muchas dudas, son mas preguntas que respuestas, pero en su interior sabe que debe realizar ese viaje, si desea encontrar respuesta a lo que le atormenta, debe ir a lo desconocido, en busca de su Mentor.

 

 

By Sergei

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