Sangre inocente

Londres - Noviembre 1887

El clima de esa noche había sido tan frío que formó una fina capa de hielo sobre el río Támesis, hizo el terreno fangoso y resbaladizo por la humedad endurecida alrededor de los muros exteriores del refugio de la isla de los Perros, ahi reinaba una mística paz que hacía juego con una sencilla casa japonesa de un solo piso, esta daba cobijo a un par de empleadas al servicio de Gabriel, la señora de ese lugar arribo destrozando el sosiego reinante.

 

-¡Kami! ¡Ven ahora! ¡¡¡Te necesito!!!- Gritó a una de las japonesas camino al dojo.

 

Kami reclutada en una provincia de Japón, guerrera diestra, físicamente de baja estatura y rasgos orientales acudió al llamado de su ama, con la cabeza baja en señal de respeto.

 

-¿Dígame señora?- Apenas musitó.

 

-Ve inmediatamente al distrito Mayfair, trae de regreso al viejo, se quedó en la mansión-

 

La geisha salió de inmediato a cumplir la orden y no tardo en volver con las manos vacías, cuando entra al refugio se dirige a la habitación de la señora quién ya estaba lista para irse.

 

-Señora, le tengo malas noticias, se han llevado a Anthuan a un hospital, llegó la policía y acordonaron la casa, nadie puede pasar-

 

-¡¿Cómo?!- Gabriel tenía una expresión de furia en sus ojos -¡¡¡Eres una inepta!!! No sé como le hagas, quiero que lo traigas acá, AHORA, persuade, soborna, mata si es preciso, pero quiero al viejo a salvo-

 

La nipona solo afirmó con un movimiento de cabeza.

 

La semana transcurrió sin más sobresaltos, hasta una noche que llegó una misiva de su protectora, en ella dicía que es necesario que vaya a verla, Gabriel frunce los labios con fastidio.

 

-¿Ahora qué?- Susurra. 

 

Coge el sombrero de copa y se coloca la capa para emprender el camino a Hanover Square, al pasar frente al dojo ve de reojo como sus criadas están entrenando, regresa dos pasos y grita.

 

-Necesito que atienda y obedezcan lo que Vladimir les pida- Cuando está a punto de irse, se detiene y gira apuntando con su bastón a Kami –Quiero resuelto de lo de Anthuan hoy ¿Entendiste?-

 

Son las diez de la noche, los rumores de los asesinatos de Whitelchapel han sido callados momentáneamente por el escándalo del incendio en la Mansión Mayfair, los transeúntes van de un lado a otro sin prestar atención a las zonas pobres, es ahí donde se dirige Gabriel antes de ir con la Tremere.

 

Gabriel va con paso pausado y seguro, parece un delgado y apuesto caballero, el sombrero le hace sombra sobre sus ojos grises, sus labios son mordidos de forma nerviosa por sus dientes. Sus ojos brillan al ver un grupo de niños jugando en medio de la calle, chasquea su lengua.

 

-Como deseo poseer la sangre tierna y vital de ese pequeño niño pelirrojo, dicen que son de mala suerte pero en lo personal, las pecas le dan un fino toque almendrado a su sabor- Piensa mientras se acerca a los infantes, se pone en cunclillas a la altura de los pequeños y les pregunta en tono amable -¿Por qué están a esta hora en la calle?-

 

Los críos sonríen, uno de ellos, el mayor de todos dice.

 

-Nuestros padres están en la comisaría, solo regreso la madre de Elías- Apunta con el dedo al niño pelirrojo.

 

-Interesante ¿Dónde vives Elías?-

 

-Ahí- El pequeño señala en dirección a su casa.

 

Gabriel sin pensarlo más va a la casa de Elías y da unos ligeros golpecitos en la puerta y en efecto sale la madre, una mujer rechoncha de cabello rizado y rojo, es su empleada.

 

-¿Sí?- Dice mientras se seca las manos con el mandil, incorpora la mirada y sus ojos se abren incrédulos -¡Señora! ¿Usted aquí?-

 

-Vaya, así que esta es tu casa- Recorre con la vista la humilde vivienda de la empleada -¿Por qué estuviste en la comisaría?-

 

-Nos llevaron a todos los que trabajamos para usted, la policía nos hizo muchas preguntas sobre el incendio-

 

-¿A sí? ¿Y qué respondiste tú?-

 

La obesa mujer se pone nerviosa e intenta desviar la mirada buscando a su pequeño.

 

-Nada señora, no dije nada-

 

Gabriel cierra la puerta de un golpe.

 

-A si que nada ¿Eh?- Camina amenazante en dirección a la mujer y descarga un fuerte golpe con el bastón en la rodilla de la agobiada madre -¡¡¿Qué mentiras dijiste sobre mí?!! ¡¡¡DIME!!!

 

-Le aseguro que nada señora, solo dije lo que vi- Explica entre sollozos, postrada de rodillas por el dolor en la pierna.

 

Gabriel se inclina, toma por la barbilla a la mujer y oprime entre sus dedos la grasosa cara.

 

-¿Y que viste?-

 

Los ojos desorbitados de la patrona estremecen a la empleada quién atina a contestar.

 

-De como ese sujeto crucificó a Anthuan, de lo que él dijo… Señora, de verdad no dije nada de usted- La criada rompe en sollozos cuando Gabriel la suelta.

 

Los pasos y el bastón golpean el piso mientras va de un lado a otro, da pequeños toques con su dedo sobre los labios mientras habla.

 

-Supongamos que te creo ¿Quién te interrogó?-

 

-Un detective llamado Craig-

 

-Hmmmm… Vaya, con que él ¿Es todo lo que sabes?-

 

-Sí-

 

Sin previo aviso propina una patada en el costado de la sirvienta la cual se derrumba de lado, sin piedad sigue moliendo el cuerpo a puntapiés, sus facciones desquiciadas son colmadas por un frenesí iracundo, los empellones continúan hasta que la regordeta queda inconsciente. Gabriel arregla su melena que se ha desaliñado y acomoda su saco por la solapa.

 

-Tú te lo ganaste bastarda, yo solo buscaba un poco de alimento- Agarra por el cabello a la mujer desmayada y arrastra el cuerpo hasta la sala, rompe la ropa descubriendo los pliegues asquerosos de la pelirroja.

 

En ese preciso momento entra corriendo Elías, por la impresión deja caer el manojo de flores silvestres que traía en las manos, sus ojos se crispan de terror y miedo, un grito silente se ahoga en su garganta, está petrificado.

 

Gabriel ve por sobre su hombro a la frágil criatura, en un parpadeo se coloca a la espalda del chiquillo y le sujeta por detrás de la nuca.

 

-Hola de nuevo Elías ¿Qué se te perdió?-

 

El niño enmudecido solo mueve su cabeza de lado a lado negando, comprime los labios mientras ve hacia arriba al verdugo de su madre.

 

-Pues bueno ahora serás mi ayudante- Encamina al pequeño a la cocina y le coloca un filoso cuchillo en las manos –Desollaremos un cerdito-

 

Elías toma el arma con el pulso tembloroso y es colocado de pie frente a su desnuda madre.

 

-Quiero que encajes el cuchillo en el lechón Elías-

 

El niño agita la cabeza vehementemente y masculla con voz temblorosa.

 

-N..n..no-

 

Gabriel hace una mueca que parece una sonrisa amable.    

 

-Si no lo haces te mataré ¿Lo entiendes?- Estalla colérica -¡¡¡Ahora entierra ese maldito cuchillo en la mujerzuela!!!

 

El hijo brinca por el grito pero se niega rotundamente, es ahí cuando Gabriel toma las manos de Elías y obliga a lastimar a su madre, hundiendo repetidas veces el acero en el cuerpo que se convulsiona con dolor.

 

-¿Vez? No es tan difícil ¿O si?-

 

La gelatinosa mujer vomita sangre, entreabre sus ojos y ve a su pequeño, en su último acto de vida dedica una sonrisa triste a su bebe, él está catatónico de la impresión.

 

-Ahora, como no soportas haber lastimado a tu madre te quitaras la vida- Gabriel dice entre risitas mientras lleva la muñeca del niño al cuchillo y empuja la otra  mano para que haga un corte longitudinal sobre la vena.

 

La cara de Elías se desarticula en un rictus de extremo dolor y la sangre comienza a brotar del chiquillo.

 

Gabriel acerca sus labios al manantial de mercurio rojo y da pequeños sorbos de él.

 

-Tan delicioso como lo imagine-

 

El cuerpo agonizante se derrumba sobre el regazo de su madre con el cuchillo en mano.

 

La homicida sale del fragmentado hogar con rumbo a la mansión de Bianca de su chaleco saca un pañuelo blanco y limpia las comisuras de sus labios, la tirante cicatriz se tensa dejando ver los colmillos teñidos de sangre, se ve radiante, ha colmado su sed y la vitalidad del chico corre por su garganta.

 

 

By Gabriel

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