ROSAS BLANCAS

Londres - Noviembre 1887

 

El amanecer se aproxima.

 

Deposité el cadáver calcinado de Ades sobre el altar, me abrace a él como si no quisiera dejarlo ir, quería que despertara y me dijera que solo era una broma, pero su rígido cuerpo y el penetrante olor a muerte me recordaron que no era un sueño y menos un juego, no podía creerlo.

 

Apolo, mi hermano de armas me toma del brazo y se inclina a mi oído.

 

–  Afrodita… Es tiempo.

 

Di unos pasos atrás cobijándome en las sombras.

 

El santuario funerario esta lleno de rosas blancas, el dulce aroma se propaga cuando el ventanal del techo se abre dejando pasar la brillante luz del día, cierro los ojos momentáneamente, no quiero ver como el cuerpo inerte se desintegra por la luz solar, cuando al fin reuno el valor para dar el ultimo adiós solo hay un puñado de cenizas.

 

Antes de que el servicio fúnebre termine Apolo sale como un bólido en dirección a los calabozos y yo salgo tras él, lo conozco y sé muy bien a donde se dirige, lleva los puños cerrados parece un enorme gorila rabioso.

 

Los túneles subterráneos conducen a las mazmorras, estas se encuentran a cinco metros por debajo del nivel del suelo.

 

Apolo al llegar a la celda empuja la puerta de una patada.

 

El cuerpo del prisionero cuelga de unas pesadas cadenas por los brazos, con el dorso desnudo y seminconsciente, balbucea cosas que no alcanzo a entender, Apolo lo golpea una y otra vez interrogándolo.

 

– ¿Por qué? ¿POR QUÉ?.

 

Creo que se siente frustrado y triste como yo, pero no puedo permitir que lo mate, no sin antes saber la verdad, siento como si un fuego invisible me quemara las entrañas y sale en un grito.

 

– ¡¡¡BASTA!!!

 

Apolo queda mudo y atónito.

 

– Tenemos mejores métodos ¿Lo has olvidado? Somos mejores que estas bestias – Afrodita señala el despojo humano – Ahora… Comencemos…

 

Afrodita coloca la mano sobre el rostro del reo, mantiene el contacto físico y las pupilas azules del vampiro se mueven como si leyera un libro, lentamente en su bello rostro se dibuja una expresión de desconcierto.

 

– Esto no puede ser, tiene su mente en blanco como si lo que paso anoche no lo hubiera registrado en su memoria…

 

 

By Gabriel.

 

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