La isla de los Perros

Londres - Noviembre 1887

La Isla de los Perros es una antigua isla en el Este de Londres, está rodeada por tres lados (este, sur y oeste) al sur con el río Támesis; al norte, el oeste con India Docks, y la única carretera de acceso a la isla es a través de los dos puentes que cruzan el este y el oeste de la entrada al muelle, es parte del distrito londinense de Tower Hamlets y parte de los Docklands en Londres. Se encuentra a cierta distancia río abajo en la ciudad de Londres. La zona era originalmente una región escasamente poblada,  pantanosa antes de su drenaje en el siglo trece, un catastrófico incumplimiento en un terraplén en la orilla del río se produjo en 1488, con lo que la zona regreso a su condición original de pantano, esto fue hasta que los ingenieros holandeses realizaron con éxito un re drenado en el siglo diecisiete. El lado occidental de la isla era conocida como Marsh Wall, se convirtió en el distrito conocido como Millwall con la construcción de los muelles, y desde el número de molinos de viento construido a lo largo de la parte superior de los dique de defensa contra inundaciones.

 

El refugio de Gabriel está situado a la orilla del Támesis, la fachada es la de una casa abandonada, vieja y deteriorada por el tiempo, el terreno fangoso ha mermado los cimientos de la barda que rodea la casa, el muro es alto con pilares cada diez metros,  arriba de cada pilar hay un pequeño faro que ilumina al rededor del perímetro, el portón de metal  rechina cada que se abre, el interior es un jardín sacado de un cuento japonés, un oasis en medio de la desolación, lirios acuáticos en el estanque con peces koi, es como si en ese lugar el clima no se alterara en lo más mínimo,  es agradablemente cálido con una suave bruma que flota sobre el estanque, al fondo hay una casa tradicional japonesa hecha de madera, paja y barro, lo primero que se nota al entrar, es el espacio inmediatamente detrás de la puerta de entrada donde se puede tomar y dejar fuera los zapatos, como es la costumbre de no caminar en los zapatos dentro de la casa, el genkan está un poco más bajo que el resto del piso que es un poco más elevado, dentro de la casa el suelo es de madera y tatami para los pasillos, esteras de paja, para las habitaciones. Consta de un solo piso, tiene un engawa o pequeña terraza en la parte trasera en la que pueden sentarse y disfrutar del jardín posterior que esta tapizado de cerezos, el techo es de baldosas de arcilla, son muy ornamentados. Muchas de las paredes de la casa están hechas de papel pegado sobre marcos de madera, llamado sjoji, que se deslizan para abrir y que incluso se pueden remover para ampliar la habitación, así como para permitir la entrada de una brisa fresca a la casa en los cálidos días de verano.

 

La servidumbre del refugio consta de un par de doncellas que mantienen el lugar limpio y en condiciones de ser habitado en cualquier momento.

 

La calma del lugar es irrumpida por un golpe recalcitrante en la puerta que atrae la atención de las doncellas que corren con pasos cortos  a la entrada, al abrir el portón aparece la lánguida silueta de Anthuan arrastrando el cuerpo de Vladimir este deja un rastro de sangre en el piso hasta la habitación principal, Anthuan deja indicaciones a las mucamas de que cuiden y alimenten al moribundo sujeto y parte inmediatamente a deshacerse de los restos de Reymond.

 

Las geishas desvisten el cuerpo de Vladimir con sumo cuidado, limpian y curan las heridas, el sujeto está sumido en un trance, no reacciona, parece un muñeco desmadejado, lo visten con un kimono de seda azul turquesa con grabados japoneses, acicalan el cabello blanco dejándolo sobre su pecho, colocan baritas de esencia en la habitación y salen sin hacer ruido.

 

Muy cerca de la salida del sol, Anthuan lleva la comida al asilo de ancianos el lugar es atendido por monjas, la madre superiora lo recibe es una mujer anciana y delgada con de arrugas muy marcadas en el rostro.

 

-¿En qué puedo servirle?-

 

-Traje un presente de mi señora, ella es una persona que le gusta ayudar a los desprotegidos- Anthuan hace una señal y las otras monjas y bajan del carro la comida recién hacha.

 

-Gracias, Dios de los pagara, hoy mis viejecitos comerán bien, huele muy rico- Dice la monja con singular alegría.

 

Anthuan sonríe satisfecho y se marcha, en el trayecto abre el saco con polvo de hueso y lo esparce por la ventana confundiéndose con la nieve.

 

 

By Gabriel

 

 

 

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