De Moscú a París

Svetlana pertenece a una familia muy acaudalada, hija única del matrimonio Sasha y Elena Nikolay ambos padres son reconocidos aristócratas en Rusia. Los padres de Svetlana acordaron sacar de Rusia a la chica por que corre peligro, Sasha y Elena son simpatizantes del movimiento polaco en contra de la opresión del  gobierno de Nicolás I, el ejército zarista ordena una represión durísima con cientos de fusilados, dando caza a todo aquel que ayude a cualquier enemigo de Nicolás I.

 

En Moscú Son las diez de la mañana, el clima es un poco más gentil, deja de nevar por primera vez en días, el sol se asoma  entre las nubes y corre un viento gélido.

Svetlana  Nikolay se encuentra de pie frente a las vías del tren, espera que la locomotora haga su arribo, la luz solar baña la blanca piel de la jovencita, la chica de cabellos cobrizos tiene un curioso tinte rosa en las pupilas al contacto directo con la fosforescencia del día, los labios carnosos de Svetlana tiemblan por el frío,  solo lleva puesto un fino  vestido de satín rosa con encajes y ribetes, corte “princesa” compuesto con la cintura baja y una falda de volantes.

 

La nana de Svetlana es una mujer rechoncha y mejillas coloradas, se acerca a Svetlana  y la cubre con un abrigo de piel:

 

-Chiquilla necia, sabes que el frío no es bueno para tus bronquios- Arropa a la jovencita.

 

-Ya nana, no es para tanto- Hace un mohín de niña pequeña –Ya no tengo cinco años. Vez, ahora soy una mujer independiente que ira a Francia y a Londres, eso no hace una niña-

 

El rugir del tren anuncia su llegada, el piso se cimbra ante el paso de la mole de hierro que expulsa un espeso humo por la chimenea, el chirrido de los frenos detiene a la maquina justo en el andén donde esperan los viajeros.

 

-Corre nana, vamos a París- Svetlana coge de la mano a la obesa mujer apurándola.

 

La chica lleva una carta para el Barón Francois Dubois que dice lo siguiente:

 

 

“Estimado Barón Francois Dubois:

 

Le pido muy atentamente por el lazo que unen nuestras familias, ayude usted a mi hija a llegar a Londres, debo mantenerla alejada de toda esta vorágine de muerte que rodea nuestras vidas, como usted sabe, apoyo la libertad y a los que esta defienden. Hay un una orden y tal vez nuestras cabezas rueden, mi mujer permanecerá a mi lado hasta el final. Espero que podamos librarnos de esto, de no ser así, me atrevo a pedirle que vele por el bien estar de mi pequeña Svetlana. El patrimonio de mi hija está asegurado, por el dinero no debe preocuparse, ella posee un fideicomiso administrado por su nana.

 

Sin más por el momento me despido y de antemano le doy gracias por la ayuda.

 

Atentamente Sasha Nikolay”

 

 

 

La joven desconoce los problemas en los que están metidos sus padres, ella cree que la mandan a estudiar y formarse como una gran dama a Londres.

 

Los pasillos del tren son estrechos, con dificultad pasa una persona de complexión  promedio, no se diga de la obesa nana, con las caderas va tumbando a los pasajeros y atropellando a los que ya están sentados, en una de esas, la nana tropieza empujando a Svetlana, la jovencita trastabilla y cae sobre un joven, apenada se incorpora y cruza de forma furtiva la vista con un par de ojos aceituna, los un chico de piel blanca y cabello oscuro como la noche.

 

-Disculpe- Dice Svetlana y se aleja avergonzada, dejando en el piso, cerca del joven, un pañuelo con un exquisito aroma a jazmín y bordado con las iniciales “S.N” Siente como la mirada del joven pesa en su espalda, no voltea y se apura a llegar al lugar que les corresponde en el vagón.

 

Por la ventana puede ver como la ventisca vuelve nuevamente, la  exhalación deja un paño sobre el cristal opacando la vista al exterior:

 

-¡¡¡Nana!!!  Otro poco y beso a ese extraño- Posa la vista en el techo y se desliza en el asiento preparándose para el largo viaje.

 

 

 

 

By Gabriel

 

Escribir comentario

Comentarios: 0