Recuerdos

Londres - Noviembre 1887

El bosque a las afueras de Londres luce una calma invernal casi sepulcral, la nieve cubre los arbustos y algunas copas de los pinos y abetos que componen la flora del lugar. Entre los matorrales un pequeño conejo blanco salta en busca de comida, un esfuerzo inútil pues debido al crudo invierno los frutos se han congelado. Un sinuoso sendero atraviesa aquel lugar, la hierba crece a pesar de la temporada gélida a mitad del camino dejando un mínimo espacio solo para que transiten las ruedas de los carruajes.

 

La serenidad del lugar es interrumpida por el galopar de unos majestuosos ejemplares equinos, cuatro corceles negros tiran del carruaje, adentro viaja Sergei abrigado con pieles de animales se recuesta levemente, el cansancio lo hace su presa, sus parpados se cierran pesadamente, vagos recuerdos inundan su mente…

 

El sol se ocultaba tras las montañas de aquel lugar, era una tarde de verano, las hojas de los cerezos caían armoniosamente balanceándose por el aire cual bailarinas del más experimentado ballet clásico, los árboles circundan el mercado de la región, ahí entre la muchedumbre se observaba un pequeño niño, de piel clara, ojos azules y cabello oscuro, no medía más de metro y medio la suciedad era evidente por todo su cuerpo, sus ropas estaban rasgadas y maltrechas, sus pies lucían descalzos.

 

El niño se abrió paso entre la multitud que pululaba de un lado a otro sin cesar, aprovechó la oportunidad que la parcial penumbra le brindaba y  sin dudarlo tomó un par de manzanas y las escondió entre sus harapos, el dueño del puesto se dio cuenta del atraco  y comenzó a gritar

 

-¡¡¡“Dorobō”!!! ¡¡¡“Dorobō”!!!- El mercader sacó una daga que mantenía oculta bajo la mesa.

 

El chiquillo emprendió la huida mezclándose entre la gente.

 

El comerciante saltó unos cajones improvisados en los que exhibía la fruta y corrió detrás de aquel pequeño ladronzuelo, agresivo aventó a quienes se interponían en su camino. El niño huyó por un camellón, subió apresuradamente por unos botes metálicos de basura tratando de saltar una valla de madera, torpemente intentó trepar cuando una mano aprisionó su mugriento tobillo y lo jaló estrellándolo bruscamente contra el suelo, el hombre grande y obeso hizo alarde de fuerza  le propinó un par de patadas en el vientre del pequeño, el golpe dejó jadeando al menor, el abusivo sujeto sacó una daga larga  y muy filosa con una empuñadura adornada por una serpiente roja, intentó vanamente hundir el arma en el niño, solo consiguió pequeños cortes en el vientre del infante, lo tomo por las muñecas y sin piedad lo arrastró por la calle empedrada causó estragos en la espalda de aquel ladronzuelo, cuando llegaron al puente que cruzaba un riachuelo el mercader  levantó al ladrón por ambos brazos hasta que lo coloco en la orilla, lo empujó con la intención de hacerlo caer…

 

De repente una voz se escuchó entre las sombras:

 

- Déjalo ir o serás tú quien pague con su vida-

 

El mercader giró su cabeza de lado a lado buscando el extraño, sin obtener éxito en su búsqueda continuó en lo que hasta ese entonces era su objetivo, estrujó repetidamente al pequeño insultándolo y denigrándolo.

 

Los ojos del pequeño denotaban una dureza emocional pese a su corta edad era una mirada digna de un guerrero, de esos que ha peleado en cientos de batallas.

 

 De pronto un susurro gélido se dejó escuchar en el oído de quien sujetaba al ladrón…

 

- Te dije que lo dejaras ir, ya que me has ignorado tendré que hacerte pagar-

 

Aquel extraño que había surgido de las sombras tomó al comerciante por el cuello y lo lanzó salvajemente.

 

El pequeño cayó sentado dentro del estrecho puente y contempla  aquel extraño que le salvó la vida.

 

El desconocido héroe cogió al mercader por la quijada levantándolo del suelo, hizo gala de fuerza y lo estrelló nuevamente contra el piso, le dejó caer una lluvia de puntapiés y con sus getas aplastó en repetidas ocasiones el rostro quebrándole la nariz hasta que  la sangre brotó, el cazador ahora se había convertido en la presa.

 

El extraño ser que apareció de las sombras se acercó al pequeño y le tendió la mano, el fulgor de la luna  revelaron una cabellera blanca y larga que ondeaba al compás del viento, una piel pálida y unos profundos e inexpresivos ojos turquesa, levantó al niño tomándolo de la mano mientras dijo al hombre que yacía tirado:

 

-Por esta vez te perdonaré la vida, pero no habrá segundas oportunidades ¿Entiendes mediocre?...-

 

Unos golpecitos despiertan a Serguei que lentamente reacciona del largo sueño.

 

El cochero que le habla anunciando su llegada:

 

- Señor ya hemos llegado a Glasgow, una anciana me ha dado instrucciones para llegar a nuestro destino, estaremos ahí en cuestión de quince minutos.

 

Sergei asiente con la cabeza a las palabras del cochero, saca un reloj de plata unido a una cadena del mismo material, lo abre y observa la hora, aun preso de sus recuerdos susurra para si mismo:

 

- Aquel día el señor Vladimir salvó más que mi vida, aquel día fue el inicio de una nueva vida para mí, ahora es una dicha el  poder estar a su servicio…- Lo invade una sensación de regocijo mezclado con orgullo, se reclina en el asiento y se deja llevar por ese placido sentimiento.

 

-¡Señor hemos llegado!- Grita el cochero

 

El día luce despejado, un cielo azul y con alguna que otra nube, el sol en su máximo esplendor da un poco de calor que cae como un revitalizante después de uno de los inviernos más crudos de las historia, las calles lucen abarrotadas por gente que van transitando de un lugar a otro, a sus trabajos, comercios, escuelas o simplemente vagan sin un lugar completamente definido.

 

El carruaje se detiene frente a una vieja casona, Sergei baja del coche y lleva consigo la katana en su espalda debajo de su abrigo de pieles, se acerca a aquel lugar y ve en la puerta un tipo corpulento de piel oscura este funge como mayordomo, Sergei se acerca y le pregunta:

 

- Buen hombre disculpe ¿Acaso este es el Burdel de Madame Ruise?

 

El mayordomo sonríe ante las palabras del recién llegado, lo considera un turista más en busca de una aventura sexual pero que no cumple con los requisitos para permitirle su paso al lugar, pues este es reservado para la clase alta de aquella ciudad. El hombre se acerca a Sergei y le pregunta

 

-¿Qué es lo que buscas aquí hijo? No estás a la altura de quien visita estos lugares, es mejor que te vayas antes de que avise al jefe de policía y vengan a aprehenderte- Se expresa de forma condescendiente el mayordomo.

 

Sergei mira con extrañeza a aquel sujeto, se lleva una mano a su bolsa y saca la moneda que le dio Vladimir antes de su partida.

 

-Señor mi intención no es molestarle solo vengo a traer un mensaje de mi maestro a una de las mujeres que habitan en este lugar- Con su diestra muestra la moneda que brilla como una preciosa gema por la luz del radiante sol.

 

El mayordomo arquea una de sus cejas y piensa

 

-¿Cómo es posible que un sujeto como él tenga un objeto como ese? Bah debe haberla encontrado por ahí y solo quiere alardear- Se acerca más para observar al joven y el precioso objeto que lleva consigo.

 

Sergei se le ofrece la moneda y el sujeto extiende su mano para recibirla, al tenerla sus ojos se abren como plato, la mano del mayordomo comienza a temblar:

 

-D…Di….Discúlpeme joven, ignoraba que usted viene de parte del Señor Vladimir, pero pase, pase, ahora le aviso a la Señora Verónica que le busca- El mayordomo muestra cierto temor, abre la reja y deja entrar a Sergei.

 

-¿Acaso mi maestro es tan poderoso que incluso hace temblar a las personas con tan solo un objeto de su propiedad?- Medita Sergei al ver el repentino cambio de actitud del sirviente.

 

El mayordomo conduce a Sergei hasta el interior de la casa, al cruzar el umbral todo es tan diferente, la casa esta lujosamente adornada, muestran por todo el recibidor alfombras finas, muebles Luis XV, lámparas de marfil, entre muchos otros ostentosos objetos.

 

Hay chicas muy bellas y de escasa ropa, hay mujeres pelirrojas, morenas, rubias, asiáticas, es una amplia gama de razas ahí reunidas, bellas todas ellas, caminan serviciales y otorgando caricias a los sujetos que las visitan, hombres bien vestidos, unos son regordetes, otros jóvenes, algunos más jóvenes, pero todos ellos se dejan llevar por sus bajos instintos.

 

Sin embargo una mujer sobresale de todas ellas,  captura la mirada de Sergei, ve como baja por una de las escaleras, es esbelta, de caderas prominentes y un cadencioso andar, cabello rojizo y ensortijado que le llega debajo de la cintura, de piel clara y labios carnosos, ojos enormes y vibrantes, su suculento cuerpo va enfundado en un vestido de color amatista, es revelador ya que se ciñe perfectamente a ella, unos guantes blancos le cubren sus delicadas manos hasta los antebrazos, trae un tocado de plumas y un ostentoso collar de oro con incrustaciones de gemas preciosas, en una de sus manos trae un cigarrillo que la hace lucir increíblemente interesante, sus largas piernas culminan en unas zapatillas altas que resuenan a cada paso que da.

 

Al llegar al pie de la escalera mira a la distancia al joven mensajero y con una seña de su mano le indica que se acerque, Sergei se incorpora, nervioso y camina hasta donde ella se encuentra.

 

- Soy Verónica, me dice mi mayordomo que has venido a darme un mensaje de Vladimir ¿Es verdad?- La sensual mujer da una fumada y expulsa delicadamente el humo por sus jugosos labios carmesí.

 

- Así es mi madame, mi maestro me ha enviado desde Londres para darle su mensaje…-

 

-Ya veo, entonces el bastardo de Vladimir está en Londres ¿Y cuál es el mensaje?- Verónica ve intrigada a Sergei.

 

- El señor Vladimir pide verla en 5 días a las afueras de Londres, me dijo que usted ya conoce el lugar, en un par de días llegará el cochero a recogerla, mi maestro estará complacido de verle.

 

-Pero yo aún no he aceptado muchacho, ¿Qué te hace pensar que voy a dejar este lugar para ir en busca de tu maestro? ¿Acaso crees que dejaré de ganar libras por ir a verlo cuando no obtendré ningún beneficio?-

 

- Mi maestro dijo que algo así pasaría es por eso que le ha enviado esto- De entre su ropa saca una alforja de cuero, la abre y se la muestra a la dama, dentro estaba un puñado de diamantes.

 

Los ojos de Victoria brillan por la codicia

 

- Vaya, vaya, el viejo Vladimir aun sabe mis gustos- Deja salir una risita traviesa –Bien dile que lo veré en el lugar de siempre y que espero este sea solo un anticipo de mi regalo por este reencuentro-

 

- No se preocupe mi señora, le daré su mensaje- Sergei hace una leve reverencia ante la dama –Con vuestro permiso me retiro, mi deber está cumplido.

 

Sergei da media vuelta y se retira del lugar dirigiéndose a la salida, sube al coche y emprenden el regreso, después de unos minutos al estar a las afueras del lugar, le ordena al cochero que se detenga, sale del coche y lleva consigo una pequeña jaula, escribe una nota, saca de la jaula un halcón peregrino, ata la nota a su pata, le quita la protección que mantiene ciego al animal y lo echa a volar.

 

Hecho esto, sube de nuevo al coche y nuevamente se ponen en marcha camino a Londres.



By Vladimir

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