Reencuentro

Londres - Noviembre 1887

La nieve cubre la ciudad como un blanco manto, las festividades religiosas han quedado atrás, escasos minutos faltan para que aparezca el astro rey, el cielo luce despejado dejando al descubierto una que otra estrella tintineante en la oscura bóveda infinita.

 

Las lámparas de gas iluminan con una flama danzante al compas del gélido viento que resopla en la tranquilidad nocturna, ahí en un sucio y maloliente callejón justo en una de las paredes yace un montículo, en la cima la mitad de una cabeza humana, los cabellos albinos se confunden con la blanca nieve de ellos penden finas estalactitas de hielo, la pálida piel del sujeto contrasta con los hematomas, claros signos de una feroz batalla.

 

A escasos minutos de la salida del Sol, el silencio es interrumpido por el golpeteo de los cascos de caballos en la empedrada calle, cuatro majestuosos animales de color azabache tiran impetuosamente de un viejo carruaje de estilo clásico y antiguo con grandes ruedas de madera y un aro de metal que las rodea, al frente, el chofer con manos esqueléticas jalan de las riendas, es un sujeto de complexión delgada, piel morena y cabello cano, con un aire sepulcral dirige el vehículo con gran maestría por las calles del centro de Londres.

 

El coche se detiene justo frente al desolado callejón, se abre una de las puertas al compás de un rechinido, sale una sombra musculosa y saca a aquel desgraciado que está bajo todo aquel túmulo de nieve, lo sube al carruaje y el cochero emprende nuevamente el viaje.

 

Unas horas después a las afueras de la ciudad de Londres en una olvidada y descuidada granja se encuentra estacionado aquel transporte, el cochero alimenta a los equinos con heno, la casa de aquella granja es vieja y muy maltratada, las pocas ventanas que hay están oscurecidas con pintura negra, en el pórtico un viejo sofá complementa tan miserable decoración, el sendero que va de la entrada a la puerta es casi nulo, la hierba cubre la totalidad de lo que se puede considerar el jardín alrededor de la construcción.

 

Adentro en una de las habitaciones polvorientas, llenas de telarañas, solo con una acabada mesa de madera y una silla en no mejores condiciones además de un mugriento e improvisado colchón que es donde reposa Vlad recuperándose lentamente de aquellos golpes recibidos del extraño la noche anterior, junto a él un sujeto hace guardia.

 

Los ojos de Vlad muestran cierto movimiento bajo sus parpados, en su mente no dejaban de resonar aquellas palabras que tanto se clavaron en su memoria:

 

-Onii-chan….Onii-Chan-

 

La luz traviesa de una vela juguetea entre claroscuros en el rostro del cainita, poco a poco Vlad va recobrando el conocimiento, sus ojos se abren lentamente, su vista es borrosa, solo distingue bultos iluminados por algunas velas repartidas aleatoriamente por el lugar. 

 

El guardia se levanta va hacia la mesa donde descansa un bolso de cuero, de ahí saca un recipiente de forma cilíndrica artísticamente elaborado en cerámica con grabados japoneses, al destaparlo un olor ferroso sale, esto hace que los sentidos de Vlad se agudicen, sus pupilas se dilatan rápidamente, el extraño se acerca a Vlad y le da de beber el contenido de la vasija, un poco de vitae escapa por las comisuras, Vlad recupera el conocimiento lentamente. 

 

La luz revela el rostro de aquel sujeto, una piel tersa y clara, finas facciones europeas y unos ojos tan azules como el más profundo de los océanos.

 

-Sergei….. ¿e…e…eres tú?- Musitó el convaleciente Vladimir.

 

-Así es mi señor, por fin le he encontrado- Responde aquel joven sentado junto al futon de Vlad

 

Ahí entre la penumbra Sergei saca de su túnica un bolso de piel pequeño, sustrae un trozo de papel doblado con un sello en cera, se la entrega a Vlad quien rompe el sello y lee su contenido.

 

“今日、少しドラゴンは西の空を征服するために巣を残している。

今、あなたの運命は、あなたの落ち着きを念頭においての知識の何世紀が主催しもたらす、暗闇の中で光を示すようになっています。”

 

“Hoy, el pequeño dragón ha salido del nido para conquistar los cielos de occidente.

Ahora es tu destino mostrar la luz dentro de la oscuridad, llevarlo por siglos de conocimiento albergados en tu incansable mente.”

 

En el rostro de Vlad se dibuja una ligera sonrisa que deja ver sus afilados colmillos.

 

-Maestro, también le han enviado esto- Dice Serguei al tiempo que se levanta de su lugar y se dirige hacia un rincón de la habitación hacia un viejo baúl maltratado de color café, con herrajes oxidados, de su interior toma con su diestra un trozo de madera de ciento quince centímetros de largo y un robusto paquete envuelto en cuero, sujetado por un cordel del mismo material,  entrega ambas cosas a su maestro.

 

Vlad las coloca en el suelo, con sumo cuidado desata el cordel, retira los pliegues de cuero que envuelven el presente deja al descubierto unas geta en color negro, un obi del mismo tono, un Kimono blanco con grabados de sakuras en negro y en la espalda el símbolo kanji de Dragón bordado en hilo negro.

 

Vlad coloca las prendas a un lado y retoma el trozo de madera rosa, lo recorre con las yemas de sus dedos, vagos y viejos recuerdos llegan a su mente.

 

Sus memorias lo transportan a una noche de primavera durante el festival del cerezo, pétalos de sakuras caían por todas partes, los niños reían jugueteando en la plaza de aquel pequeño pueblo mientras los adultos se paseaban en los diversos puestos de comerciantes que estaban instalados. Alejado de ahí en la oscuridad y apartado del túmulo de gente el joven Vlad se encontraba al acecho, buscaba su próxima cena, en esos momentos un olor llamó su atención, desesperado giró su cabeza bruscamente intentaba dar con el o la dueña de tan peculiar aroma, de entre la multitud una mujer hermosa sobresale por su intensa cabellera rojiza, piel clara, de figura perfecta, sus rasgos eran claramente europeos, vestida con un kimono en color rosa y un obi en blanco, la chica lo observaba desde lejos con esos encantadores ojos color oliva.

 

Vlad regresa a la realidad aún con ese bello rostro en su mente, mira detenidamente a Sergei y le dice:

 

-Mi querido aprendiz, es momento de tu primer tarea, dile a tu cochero que te lleve a la ciudad de Glasgow, ahí buscarás el burdel de Madame Ruise, cuando lo encuentres pregunta por Verónica, te cuestionarán sobre quien le busca, a quien lo haga dale esto- De sus maltrechos harapos saca una pequeña pero valiosa moneda con un dragón labrado en un lado y en el otro el símbolo del Yin Yang  –cuando estés con Verónica dile que yo te he mandado, que  es mi deseo reencontrarme con ella, que la espero dentro de siete días en la granja que ya conoce.

 

Sergei escucha atentamente a las instrucciones de su Sensei, se levanta y sin decir una sola palabra toma su katana, sus zapatillas y sale de aquel lugar abordando el carruaje con dirección a Glasgow.

 

By Vladimir

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