Poena

Londres - Noviembre 1887

 

Por alguna extraña razón deja que el estúpido Anthuan ponga a salvo a Gabriel, quizás fue el beso, quizás solo quería seguir jugando. Un golpe en el rostro es más de lo que puede soportar y menos de alguien de tan baja categoría.

 

-Me preguntaba ¿Por qué no subiste con tu dueña? Será que finalmente comprendiste que nada puedes hacer para huir de mi- En un movimiento rápido se hace de aquella peculiar arma, la arrebata con su mano izquierda mientras que con la derecha asesta un golpe de lleno sobre la mandíbula del perro.

Los que ahí se encuentran dejan sus vanos esfuerzos por sofocar el fuego y se quedan atónitos viendo la pelea.

 

El fuerte impacto hace que salgan volando los lentes del mayordomo y casi cae pero coloca el pie derecho como apoyo.

 

-Infeliz… No huyo de un tipos como usted…- De su boca escurre un hilillo de sangre que limpia con el antebrazo, se quita el saco y lo coloca modosamente sobre la rama de un árbol Se arremanga la camisa preparándose para defenderse -Como podrá ver, soy un caballero y aún le doy la oportunidad que se vaya, a mí señora no le gustará que usted se quede y más después de lo que hizo…

Gallaguer dibuja una sonrisa en su rostro al ver tanta altanería en el sujeto.

 

-Eres tan tonto y ciego como el resto de tu raza, enfrentarte a mí no evitara la destrucción de tu ama, además no significas nada para ella- Usa la katana y golpea el hombro izquierdo del viejo sin necesidad de desenfundarla.

 

Anthuan aprovecha la guardia baja y se infiltra en la defensa del grandulón, con la palma de la mano golpea con un movimiento ascendente la nariz de Gallaguer, su voz está cargada de ira.

 

-¡¡¡Miente!!! Ella me ama, lo sé…- Por la fluidez de la inercia asienta un rodillazo en el muslo del brabucón -Le enseñaré a medir sus palabras para con mi niña-

 

El rostro Gallaguer es obligado a mirar el amanecer resplandeciente, antes de que la planta del agresor toque el suelo la pierna es aprisionada por su antebrazo, con su pierna izquierda barre el único pie de apoyo de aquel sujeto y caen de espaldas, usa nuevamente la katana para golpear su rostro en repetidas ocasiones, la sangre que salpica y alcanza a manchar el rostro de Gallaguer.

 

Una de las doncellas grita aterrada.

 

-¡¡¡Piedad Señor!!!-

 

Gallaguer no se toma la molestia siquiera de mirar de donde llega ese ruego, ve que el viejo no puede ni levantar un dedo y deja de mancillarlo,  le arrastra tomándolo por el cuello de la camisa hasta postrarlo en aquel árbol donde dejo su saco, lo cubre con el mismo en un gesto hipócrita de pudor.

 

-No quiero que mueras aun sabes- Le susurra en n tono burlón.

 

Se adentra entre los escombros buscando, ve un par de vigas apenas carcomidas por el fuego, una idea sádica llega a su mente, encuentra algunos clavos que aún estan al rojo vivo.

 

-Viejo no desesperes, te aseguro que tendrás un buen lugar para lo que estoy por terminar- Finalmente regresa a donde está el mallugado hombre y nuevamente lo arrastra manchando de rojo la nieve, clava al perro en la estructura haciendo alarde de su fuerza, disfruta lastimar al maldito infeliz. Al finalizar, yergue la cruz improvisada en el centro del patio principal.

 

Los rayos del sol pegan de lleno en el sirviente y a su espalda se dibujaba una gran cruz sobre la nieve.

 

-¿Crees que tu ama venga a darle paz a tus restos?- Gallaguer habla con ironía.

 

–Maldito, esto le costará caro, sé que ella vendrá por mí y si  ella no llegará, vengara lo que me pasé, lo sé muy bien- el rostro ensangrentado está desfigurado por los golpes, de su boca expulsa borbotones de saliva y sangre, apenas se escucha cuando habla. Los clavos rasgan la piel de las manos un agudo grito de dolor corta la mañana.

 

Los pájaros huyen de los árboles espantados. La imagen de la cruz era dantesca, los empleados presentes se estremecen ante tal despliegue de maldad.

 

Las palabras del viejo no generan sentimiento alguno en Gallaguer, mira de reojo a los escombros y regresa a donde dejó la catana, la saca  tomándola de la empuñadura y la despierta de su letargo, en ella prácticamente se parten los rayos del sol produciendo un brillo inigualable.

 

-Tu vendrás conmigo y ya jamás ocuparas esta estúpida funda- Con la misma katana corta la funda y quedan solo jirones de madera los cuales aprovecha para alimentar una fogata frente a el viejo -Mira cuan bueno soy así no pasaras frió viejo estúpido- Sin más camina a la salida con toda tranquilidad jugando con aquella espada como si se tratase de un burdo cuchillo.

 

 

By Rhu

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