La caída

Londres - Noviembre 1887

Pocos son los valientes que asoman y curiosear desde la seguridad de su casa.

 

En una de las casas un par de pies pequeños apoyados sobre sus puntas dan la altura suficiente para mirar por sobre el marco de la ventana al exterior, el pequeño corre por la duela.

 

-Mira papi hay alguien ahí afuera-

 

Aquel hombre toma entre sus brazos al pequeño y lo entrega a su madre.

 

-Seguramente se trata de un loco-

 

 

Rhuddlan camina por en medio de las calles, trata de evitar la basura, no ve a nadie que se le cruzase, percibe los malos olores de la ciudad y una voz detiene su andar.

 

-¡Ah Rhuddlan, Rhuddlan!-

 

Familiarizado con la voz sabe que no proviene del exterior, turbulentos pensamientos se liberan de golpe, su corazón y su mente parecen sucumbir ante la crueldad, la sed de sangre y falta de piedad de un ser tan mezquino, odia por igual a hombre o criatura sobre la faz de la tierra.

 

-Este mundo ya no es el de antes, tan solo eres un defecto en el tiempo, en este torcido y deformado mundo- Gallaguer se carcajea en lo recóndito de la mente de Rhuddlan.

 

Rhuddlan no puede dejar de oír a aquel demonio en su interior que comienza a provocar alucinaciones, poco a poco la ciudad parece cambiar de forma, como si todo estuviera en ruinas, entre llamas; un par de ratas que pasan a su lado se ve como si comenzaran a despellejarse incluso se les notan partes del hueso, retrocede incrédulo de lo que ve, un sujeto detiene con su mano el hombro de Rhuddlan para evitar que choquen, en un acto reflejo Rhuddlan gira y aparta la mano extraña de forma violenta.

 

Aquel hombre al sentir la fuerza da unos pasos atrás temeroso, alza las manos.

 

-Tranquilo señor no representamos peligro alguno-

 

Rhuddlan se frota los ojos y enfoca al hombre acompañado de una mujer y mira a su alrededor, todo parece haber regresado a la normalidad.

 

-Disculpen-  Rhuddlan los observa un tanto apenado.

 

Sin embargo una vez más el entorno se distorsiona, las pupilas de Rhuddlan se dilatan al ver como las ropas de la pareja se desgastan, la piel gana un aspecto putrefacto y al final parece estar viendo a un par de muertos andantes.

 

-Esto debe de ser una broma- La frente le suda, murmura e intenta mantener la calma.

 

Nuevamente la voz en su interior se manifiesta.

 

-Así es como debiera de ser el mundo, con todos muertos, míralos, ni siquiera saben que lo están, por que no se los dices- La voz de Gallaguer es como un constante golpeteo.

 

La pareja incomoda mira como en el rostro de Rhuddlan se va dibujando un gesto mórbido.

 

Rhuddlan gira intempestivamente alejándose de aquel par, no percibe lo que ocurre en su entorno, a su paso choca con botes de basura, cae y se levanta de inmediato para chocar nuevamente con diferentes objetos, la paz lo abandona segundo a segundo, siente que cada parte de su cuerpo le resulta más y más pesada, repentinamente Rhuddlan suelta un violento grito de desesperación, sus manos se apoyan sobre la orilla de un puente para no caer de rodillas.

 

En tanto aquel ser obscuro sigue envenenando con sus palabras cual hábil reptil.

 

-Mirad el rio, ved como sus aguas son contaminadas por la muerte misma, mirad como enfurecen por la basura que algún estúpido arrojo con desdén- Rhuddlan ve a una joven es arrastrada por la corriente, en un instante le pierde de vista cuando pasa por debajo del puente, parece oír un grito desesperado que le pide la salve, Rhuddlan se gira trastabillante y llega a la orilla opuesta.

 

-No se rinda señorita- Dice el valiente Rhuddlan.

 

Saca fuerzas de su arrojo y se lanza del puente para caer en las gélidas aguas, la adrenalina se dispara en su cuerpo regalándole un tiempo breve de paz, en un parpadeo sale a la superficie tomando bocanadas de aire para llenar sus pulmones, en ese momento de lucidez toma el cuerpo de la mujer, con el peso extra lucha para llegar a la orilla del rio, exhausto Rhuddlan siente pequeños temblores y escalofríos, al igual que el aumento de la frecuencia respiratoria y cardiaca, los músculos de las manos y los pies no le responden del todo bien, aun así logra incorporarse, toma el cuerpo de la mujer entre sus brazos para logra salir por completo del agua, los escalofríos son más violentos, ahora sus movimientos son lentos y torpes presentando una descoordinación muy evidente, está pálido, los labios, las orejas y la punta de los dedos presentan un tono azul, ya no puede sostenerse en pie y cae junto con la mujer, ambos cuerpos se hunden en la nieve.

 

-Ya ha pasado todo señorita-  Con problemas Rhuddlan extiende su mano en dirección al rostro de la supuesta damisela en peligro tratando de consolarle.

 

La voz femenina comienza a mutar de manera macabra.

 

-Ya no hay nada que hacer ¡¡¡Vedme ya estoy muerta!!!-

 

Rhuddlan hasta entonces advierte que la voz emana de su interior, aun recostado sobre la nieve logra ver la palidez del cuerpo y un tono morado en los labios, abatido sierra con delicadeza los parpados de aquella chica , al momento de hacerlo parece que ella solo está pasando por un gran y prolongado sueño, Rhuddlan le habla por última vez.

 

-Que la paz te sea otorgada fuera de este detestable lugar- Susurra Rhuddlan con increíble paz.

 

No muy lejos de ahí un par de sujetos que salen de un burdel de mala muerte ven a la distancia a Rhuddlan junto al cuerpo inerte, al calor de las copas corren hasta ellos.

 

Rhuddlan escucha un pequeño bullicio y en su rostro se dibuja una sonrisa de alivio

 

-Grac...- Sus labios son súbitamente enmudecidos al ver un puño volando en dirección a él.

 

El frio aletarga sus reflejos por lo que apenas logra evitar el golpe de lleno, los nudillos del sujeto rozan la ceja derecha de Rhuddlan quien con torpeza se incorpora, los tipos no pierden tiempo y le atacan nuevamente, Rhuddlan escucha como los gritos vienen de todos lados, se limita a evitar la mayor cantidad de golpes pero sin más algunos pegan de lleno en sus costillas, brazos y cara, en el ir y venir de los ataques Rhuddlan apenas puede mantener los ojos abiertos a causa de una repentina somnolencia y confusión mental, su respiración y los latidos cardíacos disminuyen, se vuelven lentos y débiles, mientras el sonido de la voz dentro de su cabeza va ganando fuerza.

 

-Estas hormigas, mira lo débiles que son, un chasquido de dedos, eso es lo que se necesita- La mano izquierda de Rhuddlan chasquea los dedos involuntariamente.

 

El ente dentro descubre que por el mismo obliga a chasquear los dedos a Rhuddlan sin resistencia alguna, eso deriva en una gran furia y toma a uno de los sujeto por el pie al detener la patada y lo lanza con gran fuerza, al caer el sujeto se le escapa un gemido de dolor este lleva sus manos a los costados, en la confusión Rhuddlan no comprende de donde sale tal acto, el segundo sujeto arremete por la espalda de forma cobarde envistiendo a Rhuddlan con una daga, cae de rodillas al sentir como su costado izquierdo es atravesado, con la mano derecha detiene su caída, el atacante ensañado ocupa de toda su fuerza para hundir la daga, con ambas manos Rhuddlan se niega a caer abatido en aquel lugar a causa de un par de gañanes, suelta un aliento acompañado por flemas llenas de sangre que rápidamente tiñen la nieve, comienza a mostrar una mirada enardecida, el primer ebrio derribado reacciona con temor se rehace y corre a soltar una patada más al rostro de Rhuddlan quien finalmente cae desmayado, el otro sujeto retira la daga y sin más empuja fuertemente regresando a Rhuddlan al caudal del rio.

 

-Mataste al destripador mataste al destripador- aquellos hombres se llenaron de júbilo.

 

El cuerpo de Rhuddlan es tragado por el rio, la sangre se mescla con las frías aguas creando una gran mancha carmesí, Rhuddlan empieza hundirse y al cabo de unos segundos los órganos vitales comienzan a fallar y a detenerse, todo el ruido desaparece, el silencio envuelve al chico en un capullo, los cabellos rojizos bailan al son de las gélidas aguas al igual que su ropa, se siente en el limbo, es cuando la voz en su interior le hace presente, le dice que aún vive.

 

-Dejadme salir deja que yo busque a ese destripador, le mostraré lo que es la verdadera crueldad- La siniestra voz le subyuga.

 

Los ojos de Rhuddlan se abren enardecidos, llenos de ira, el parasito repara el cuerpo herido solo las ropas rasgadas quedan como testigo, ahora Gallaguer controla las acciones del cuerpo de Rhuddlan sin la necesidad de mostrar su verdadera apariencia, inmediatamente sale a la superficie camina hasta aquel par de hombres que aún se regocijan por sus actos, los ignora por completo solo se enfoca en el cadáver, pasa a un costado de ellos y se inclina sobre el cadáver para aspirar el cuello de ella a la altura de dos marcas casi invisibles.

 

-Veamos pequeña a donde me llevas-  Se aleja perdiéndose en la penumbra.

 

Incrédulos vieron como el chico pelirrojo desaparece sin rastro alguno de la golpiza, llenos de temor inmediatamente salieron gritando.

 

-¡¡¡El demonio esta entre nosotros!!!-

 

 

By Rhuddlan

Escribir comentario

Comentarios: 0